Existen vueltas; vueltas;
vueltas por el mundo carrusel, por el mundo entero hipopótamo. Pero nadie cree;
ni aunque los pies se les congelen en la lluvia creerán; ni aunque suban de
prisa las escaleras creerán; ni aunque se les aparezcan mil marmotas frente a
sus habitaciones creerán. Carecen de nariz, no cuentan con olfato; las rosas
elevan sus pétalos a los fantasmas y a los niños. Cuántos aviadores han
contemplado el cielo al caer; cuántos; pero nadie creerá que las nubes eran de
algodón; ni en sus sueños creerán; ni dentro de sus carteras. No he vuelto a
contemplar un rostro humano desde hace mucho; desde que era niña. Ninguna
emoción volvió a figurar por esos bigotes, ningún entusiasmo pueril; ninguna
ingenuidad osada. Todos eran estatuas de mármol cronometrado, ceñidos a las
paredes y al suelo. Su fe era ciega, tan ciega era su fe en lo ordinario, que
negaban lo extraordinario apenas se les presentaba; tanta era su credulidad en
las imposibilidades, que negaban el milagro apenas lo contemplaban; aún si se
obraba la cura de alguna enfermedad terminal frente a sus propios ojos con las
manos ajenas; aún si volaban los cuerpos como estrellas por los aires; todo lo
negaban ante sus ojos, salvo lo rutinario. Nunca miraban al cielo; jamás se
detenían bajo la sombra de un árbol peculiar; sus ojos eran incapaces de
abrirse inmensos y curiosos, incapaces de espiar, de despejarse, y sus pupilas
incapaces de ampliarse. Carecían de la mirada abierta, vacía, que se agudiza
ante lo misterioso. Sólo una persona sin tapón, sólo una sin hisopo, sólo una
como la cascada, como el viento, como la ira; como el furor del viento. Sólo
una persona a quien pudiese mirar a los ojos sin ver a un ser humano; todos
eran seres humanos; todos por igual; y yo anhelaba ver un rostro no humano en
un cuerpo humano; un rostro intimo, esencial, hecho de agua, de trigo, de
tierra, de fuego, de profundidad, de abismo. Rostro mío inmortal, rostro hecho
de presencia, de vida. Un indicador de que ellos no eran humanos: no brincaban
cuando se emocionaban, sus pies no se elevaban por los aires desde el suelo.
Los seres humanos no eran seres humanos cuando eran humanos ciudadanos; por eso
yo quería contemplar un rostro no humano, porque hace mucho que no veía a un
ser humano de verdad; a un rostro hecho de aventura, de sorpresa, de
improbabilidad. Pero ellos no parecen vivir porque no parecen sentir, no
parecen desbordarse, no parecen entregarse, no parecen destacar de entre el pasto. Una persona viva
es la que toma un libro y me dice una palabra nueva, única, mágica, nunca oída
antes, nunca; una palabra que le es propia. Hace mucho que no escucho una
palabra que no oiga en todos los rincones donde cruzo; hace tanto que no
escucho una frase que me desorbite, que me atraviese, que efectúe una ruptura
en la rampa de la regularidad. ¿Por qué me escondían muchos la verdad a pesar
de ser honestos? Porque no les hervía en las entrañas; porque no les arrancaba
palabras; porque no les extraía movimientos, porque no los precipitaba; no los
helaba de pies a cabeza, no los moraba desde su no humanidad. La verdad de un
niño no era humana, por eso era tan humana. Tan humana como la montaña, como la
cascada, como el viento, como el cielo, tan humana como las aves reuniéndose
ante las semillas, como el tronco de los molles y las ramas de los olivos, como
el infinito.
Es un espacio para quienes disfrutan evidenciando las grandes hipocresías culturales e intelectuales de la época. Se orienta a desenmascarar las incongruencias internas y la agenda oculta de ciertas modas de pensamiento. Cuestiona corrientes filosóficas e ideológicas disparatadas, así como tradiciones de creencias raídas que se encuentran notablemente difundidas y aceptadas.
miércoles, 10 de abril de 2013
jueves, 4 de abril de 2013
Amor ilegal
¿Sabes qué es el Amor? Un delito a
la patria. Cerrojos, llaves y todos fusilémonos ahora en nombre del Amor.
Amemos en fugas abandono, en la muerte amemos, amemos en lo innombrable. ¿Sabes
qué ha hecho el Amor ahora? El Amor me llama, ha deshecho mi atuendo sobre el
mantel de la mesa. El Amor es prófugo. Ábranle las puertas, escóndanlo de esta
nuestra patria maldita, entreguen su vida por él, pero no lo traicionen. Si es
necesario, mueran por él. Padezcan por él. Al infierno por él. Todo por él.
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